La incorporación paulatina de la mujer a las tareas que tradicionalmente se reservaban a los hombres, no fue una moda pasajera; vino a ser, al inicio del siglo XXI, la base de una transformación gradual de las sociedades emergentes en conglomerados maduros. Veamos el porqué.
Amén de afinar la lexicología en este apasionante tema para divulgar de manera comprensible que la equidad de género no es lo que hasta el momento han interpretado algunos como meramente aritmético, sobre todo en el terreno político, el propósito de este análisis es hacer un llamado a la conciencia para observar la participación femenina desde un plano cualitativo, individualista y ontológico.
El grave error que están cometiendo algunos dirigentes de los partidos políticos, es pretender captar preferencia femeninas mediante la estrategia de demostrar que en sus filas, las mujeres pueden aspirar a cargos de trascendencia política; olvidan estos dirigentes en sus metodologías previas a las determinaciones postulantes, que la exposición a la luz pública de las mujeres convertidas en candidatas las coloca ante el juicio de una sociedad que cada vez endurece más sus juicios valorativos en el área del desempeño público.
Valga decir para reforzar lo anterior, que el cansancio y la decepción provocada en el pueblo por la falta de cumplimiento de los compromisos de los gobernantes, independientemente del partido a que pertenezcan, es un factor de decisión electoral que incide directamente sobre la calificación que la ciudadanía le obsequia a quien obtiene una candidatura, sea hombre o mujer.
Dicho esto, vayamos pues al encuentro de un 2012 que ofrece en la figura de Josefina Vázquez Mota, un incontable número de oportunidades para revisar a fondo dos aspectos: primero, el incumplimiento del presidente actual que, siendo de su mismo partido, incumplió entre otros, su compromiso de hacer de este sexenio el del empleo; y segundo, sus grises actuaciones como Secretaria de Educación Pública, Secretaria de Desarrollo Social y legisladora, esto último avalado y dicho inclusive, por el también panista, Ernesto Cordero.
Revisar esto último, nos permitirá descubrir que el talento y el don de honrar la palabra, no están reservados para ningún género humano en especial, y a la vez, que son elementos interiores que sencillamente, pueden o no tenerse, independientemente del género.
Si alguien con dedicación acuciosa buscara una explicación lógica para justificar por qué la hoy candidata del PAN eliminó los cursos de ética y de filosofía para los estudiantes de preparatoria, comprenderá lo intelectualmente peligroso que es para una nación, alguien que ordene algo semejante.
Por otra parte, desde el ángulo de la historia de la lucha de las mujeres por obtener su legítimo lugar en la política, vaya desde este modesto espacio, un reconocimiento y un exhorto a quienes hayan dedicado tiempo y esfuerzo en la lucha por lograr avances en la participación de la mujer; el exhorto, consiste en que a estas alturas, reflexionen en que no solamente han logrado avances importantes en el terreno de la inclusión, sino que también y de manera proporcional, han hecho posible que el desempeño de la mujer quede expuesto, al igual que el de los varones políticos, a la medición productiva. Y en el caso específico de Josefina Vázquez Mota, la medición justa que la sociedad realice, poco tendrá que ver con la hasta ahora exitosa cronología del avance de los derechos de la mujer. Los resultados de la elección presidencial en México, deberán ser producto de un juicio valorativo, de medición de la eficacia, que poco o nada tenga que ver con el género.
Por eso decía al inicio, que deberíamos analizar, si en la lexicología del tema que nos ocupa se podría intentar una adecuación del glosario de términos, substituyendo "equidad" por "paridad". Es decir, que no baste solamente igualar las oportunidades numéricamente en las fórmulas electorales, sino que quien política y socialmente aporte más, política y socialmente valga más.
Si la megatendencia que avizoraban Patricia Aburdene y John Naisbitt en los 70´s era que la mujer ampliara su horizonte de participación, nos corresponde ahora en la primera década del siglo que inicia, que quienes asuman el reto de participar, no lo hagan solamente con la finalidad de ocupar espacios a partir de un principio aritmético, sino que tengan la capacidad probada para aportar aciertos en medio de los escenarios que ofrece la compleja circunstancia global que vivimos. Particularmente, citaría a manera de ejemplo, que en regiones como la de los indios Rarámuris en el estado de Chihuahua, Josefina Vázquez Mota dejó profundas heridas sociales que deberían ser analizadas en su más justo contexto.
En 2012, cuando se presenta ante la ciudadanía el abanico poli cromático de los horizontes doctrinarios que México tiene a la mano, los mexicanos requerimos no solamente mayor entendimiento de la tesis de la equidad de género que cada partido pregone, sino también una mayor amplitud de criterio para valorar por igual, las propuestas y los portafolios de éxitos y fracasos que trae consigo cada candidato, independientemente de su género.
Asumamos con beneplácito que el asunto de la participación de la mujer en la política mexicana ha sido satisfactoriamente consumado. Ahora, lo que sigue es que sin prejuicios genéricos, velemos porque en la carrera presidencial, los ciudadanos optemos por valorar sin distingo y a conciencia, las fortalezas y las debilidades de todos los candidatos; de esta manera nuestra decisión electoral, será más que conveniente para la Nación.
Y en ese contexto, particularmente creo, que el dominio propio de las mujeres mexicanas estará expuesto a una severa a prueba en esta elección federal, porque al haber una de ellas en la carrera presidencial, todas aquellas mujeres en edad de votar, tendrán que sopesar los intereses de la nación y razonar, si su voto lo otorgan a su propio género como efecto de una megatendencia, o si descansan su preferencia en la búsqueda de un gobierno federal que en verdad garantice a las familias de México, un entorno pacífico, con educación de calidad, que propicie el empleo, que ayude al campo, con diplomacia decorosa, que ofrezca carreteras tranquilas y que por piedad se ocupe de la extinción del hambre.